La
poesía es soledad extrema. Libertad extrema
Rodolfo
Godino
Fría noche del 22 de junio. Con una luna en
cuarto menguante que apenas se atrevía. Un trino insistente llamaba a los
pájaros.
Y allí estuvieron para acompañar la presencia de la invitada, NANCY
WILD.
Un programa auspiciado como cada lunes por Eduardo Planas y su Boletín
Literario Basta ya! .
Hicimos la previa en Café del Alba, un lugar creado por Juan Manuel del
Campillo donde conviven armónicamente el café y los libros, los juglares, los
talleres literarios, el teatro, la música, las artes plásticas. El café se
encuentra en 9 de Julio 482 y pueden encontrar libros variedad de libros
especialmente de autores cordobeses
Hablamos de la presentación de la antología de Luna de Pájaros pero
seguiremos comentando y leyendo a los poetas que participaron. Esta noche
iniciamos la rueda con poemas de Cecilia de Lucio, Jonatan Marquez, Esteban
José Foddanu y Vanesa Salazar.
Escuchamos durante el programa: Será, interpretado por el grupo Las
Pelotas, Ella es un ángel por Pappo y en el cierre Manu Chao y el tema Me
gustas tú.
Con Nancy hablamos de su poesía, de la universalidad de la poesía y el
yo íntimo, de docencia y de los docentes
que necesitan los adolescentes de hoy, del amor, de los hijos, de la familia y
nos fue conquistando con la contundencia de sus versos, con la pasión que la
eleva, con un muestreo de distintas temáticas.
¡GRACIAS NANCY!!
Y les dejamos para el disfrute algunos de sus
poemas:
Y ESCUCHA, SEÑOR
MÍO
Y escucha lo que
tengo para contarte,
señor mío,
en esta noche de invierno...
Lo que llega de vos a mi sexo
son espasmos secretos de las tormentas
que negabas.
Arrebatas mi alma
y lo que cubría mi cuerpo
se desgaja...
la seda y las carnes…se desgajan.
Atas mis manos con lenguas invisibles
entre la mitad de tu cuerpo
la mitad de mi alma
las manos crispadas
las caderas en una curva
hacia la muerte
de mi todo quebrado.
Mi amado, escucha,
calla,
sólo escucha…
Parece viento,
parece el viento soplando en la ventana,
parece una piedra en la ventana...
parece un papel envolviendo mi cara…
parece,
semeja,
juega,
inventa,
llama,
calla...
Presionas mi vientre y me miras
con tus ojos llenos de otros ojos,
llenos de cavernas y de bosques.
Y pierdo en labios ajenos
mi aliento serpenteando
en la esquina exquisita de tu cuello.
Lo que dejas de vos en mi sexo,
señor mío,
son cientos y cientos de pájaros sedientos
que horadan
y rompen mis carnes
y permaneces…
y gatillas sobre mis senos
tus deseos.
Y lo que muerdes no es mi carne
ni la tuya…
es la santa concupiscencia
en el prohibido regreso al paraíso.
señor mío,
en esta noche de invierno...
Lo que llega de vos a mi sexo
son espasmos secretos de las tormentas
que negabas.
Arrebatas mi alma
y lo que cubría mi cuerpo
se desgaja...
la seda y las carnes…se desgajan.
Atas mis manos con lenguas invisibles
entre la mitad de tu cuerpo
la mitad de mi alma
las manos crispadas
las caderas en una curva
hacia la muerte
de mi todo quebrado.
Mi amado, escucha,
calla,
sólo escucha…
Parece viento,
parece el viento soplando en la ventana,
parece una piedra en la ventana...
parece un papel envolviendo mi cara…
parece,
semeja,
juega,
inventa,
llama,
calla...
Presionas mi vientre y me miras
con tus ojos llenos de otros ojos,
llenos de cavernas y de bosques.
Y pierdo en labios ajenos
mi aliento serpenteando
en la esquina exquisita de tu cuello.
Lo que dejas de vos en mi sexo,
señor mío,
son cientos y cientos de pájaros sedientos
que horadan
y rompen mis carnes
y permaneces…
y gatillas sobre mis senos
tus deseos.
Y lo que muerdes no es mi carne
ni la tuya…
es la santa concupiscencia
en el prohibido regreso al paraíso.
*
ENSAYO A BOCACCIO
Tu sexo escribe en mi sexo
un relato antiguo, anterior a los dioses
y al fuego.
Letra a letra,
un himno, nota a nota,
bosque, pentagrama y libro.
Tu sexo escribe en mi sexo
fragmentos de esta noche,
y las perdidas.
Los dedos sellando los vientos,
las promesas a ellos, tan prófugas.
Tu sexo escribe en mi sexo,
letra a letra, nota a nota,
corrigiendo
entre las piernas
mi vergüenza.
*
DIONISÍACO
"Fui a los
bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos
esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar.
Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida...para no
darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido". THOREAU
Me fui al bosque
a buscar a mi doble.
Las hojas secas
crujían bajo los pies
y las sombras de
los árboles
bailaban la
danza de los espíritus,
aullaba el
viento hambriento
buscando mi
alma.
Temblando levanté
las piedras
y armé un nicho
para los sueños,
sobre mi cabeza
los árboles danzaban
la danza de los
muertos.
No había nada
que se me ocultase,
con los ojos
cerrados podía ver todo,
lo negado y lo
juzgado,
las verdades y
los misterios.
No había nada
sobre la tierra
que me fuese
desconocido
mientras
sostenía el cáliz
por sobre mí
misma.
Y cada suspiro
era un vaivén acercando y alejando
la fiera y la
diosa
y por debajo de
mis pies
los árboles
silbaban la danza de las almas.
El bosque se
cerraba hacia el norte
y abría una boca
enorme hacia el sur ,
con sus dientes
trituraban las respuestas
antes de que las
vomitase el día
y escupía
cascarillas de limón
en los hocicos
de las bestias.
Por encima de mi
cuerpo
los árboles
danzaban el baile de la muerte.
Un lobo aullaba
del otro lado del río,
el búho fijaba
sus ojos en el espejo
y me alcanzaba
la brújula
con sus patas.
Sus ojos fiios
mirando al este
por donde caían
los nidos.
Y los árboles
silenciaban las alas y las almas.
Por tres veces bajé a los volcanes
y bebí de la
copa del infierno.
Por tres veces
me acurruqué detrás de la colina
y levanté mis
brazos,
encendí con el
fuego de mi pelo
la diadema del
león erguido.
Siete veces miré
la cara del oscuro,
siete veces recogí el fruto,
cerré los
candados, me puse de pie,
enjuagué la
máscara.
Siete veces me
hice las preguntas
y dejé al
silencio
sibilar entre
las ramas.
Y subi los
escalones, atrapé a la araña
en su cueva, me
vestí con su traje
y volví al
bosque.
Sobre mi vientre
danzaban los árboles
la danza de la
carne redimida,
y cuando
desperté no quedaban
más que cenizas
del viaje.
Todo estaba bien
entonces
y pronuncié las
palabras justas.
Y el mundo quedó
hecho para siempre,
perfecto,
elíptico, impredecible.
*
LAS LIBERTAS
Los brazos se estiran hasta alcanzar
la última sombra de la noche
recostada en el suelo, ingrávida y tibia,
parecida a ella, a mí, a las otras.
Con los dientes afilados, cortando los hilos
para no ser ni permanecer dobladas,
tan exiguas, y calladas y sonrientes y aprobadas.
Con las lenguas filosas desgarrando uno a uno
el verbo, el pacto y el relato.
La oscuridad infinita muy negra, muy roja y viscosa
oliendo a carne perfumada de infiernos y de bocas
metida entre
los ojos y los senos,
entre las piernas y el esqueleto,
cubriendo todo de arriba abajo,
vestida de preguntas y de ellos.
Los brazos se estiran hasta romper las sombras
arrancadas a las promesas, a las piedras, a los
lobos.
Y la noche se masturba con ansias de sí misma
con hambre de mujer y hambre de hombre.
Sirviéndose de lo que quede hasta perderse
entre manteles rojos y manteles negros,
disimulando y torciendo los abismos,
los abismos que bostezan como puertas,
las puertas amantes y prohibidas que abre el viento.
El viento que vomita en las sombras
las mismas arcaicas pesadillas.
Y en la noche, aún así reímos en sus caras, ella y
yo y todas,
las otras que venimos hasta las sombras
a romper la bolsa, el útero dormido,
a provocar espasmos y espantos.
Con los dientes rompiendo las colchas,
con la las lenguas quemando los siglos,
con las uñas abriendo las carnes,
del útero dormido, del útero dolido.
La noche va pariendo de nuevo,
ella y yo y
las otras,
entre la
cáscara negra y la cáscara roja,
desde el aliento, el hueco, las ventanas y los
inviernos
y los
ladrillos despeñándose en las celdas.
Con las piernas abiertas,
la noche,
con la espalda arqueada,
la noche,
con el aullido en las gargantas,
la noche
pariendo en
las calles, las libertas.
*
DEL NAUFRAGIO
Del naufragio
guardé sobre mis
ojos
las montañas,
las de amamantar
los pequeños
rituales,
ocupada como
estaba
en pestañear los
hilos
y masticar
piedritas
de a una
para los nidos.
Del naufragio
enredé hacia
afuera
de mi nariz
un circo
y las pirámides
y la olla vieja,
ocupada como
estaba
en espantar con
la lengua
las termitas.
Del naufragio
sobrevivimos,
anfibios y rotos,
con los delirios
apretados
en los puños,
pintando las
cuevas
con lo robado al
cielo.
Todo lo demás
fue vientre
y cuchara.
Nancy Wild
Agradecemos a
quienes sobrevolaron la luna y los
mensajes recibidos de:
Marta Comelli, Antonia Rubio,
Mely Almada, Jorge Quarín, Silvina Anguinetti, Pedro Altamirano, Cris Gallardo,
Lelia Recalde Deponti, Ricardo Gutierrez, Daniel Tomás Quintana, María
Angelelli, Marcelo Lopez, Pitty Cerutti, Griselda Rulfo, Elena Zitelli, Marcelo
Gioino, Silvia Nataloni , Dario Falconi, Néstor Omar Aguire y José Machado.
PROXIMOS
INVITADOS
EL CUARTETO DEL
AMOR